Abraham estaba en el jardín con una pelota roja en la mano.
Miró a Maik, su perro marrón, y sonrió con emoción.
Abraham tiró la pelota y Maik corrió rápidamente tras ella.
La pelota rodó bajo un arbusto. Maik escarbó y la sacó.
Con la pelota en la boca, Maik trotó de vuelta a Abraham.
¡Buen chico, Maik! Abraham acarició a su perro con amor.
Jugaron hasta que el sol comenzó a bajar en el cielo.
Maik ladró feliz, y Abraham se rió junto a él.
Fue entonces cuando Abraham vio una nueva pelota brillante.
Decidió hacer una sorpresa y se escondió detrás de un árbol.
Con un silbido, llamó a Maik y mostró la nueva pelota.
La felicidad de Maik era enorme, ¡una nueva aventura los esperaba!
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