Había una vez en un pequeño pueblo, una anciana llamada Agendina, quien era reconocida como la más sabia de todos. Su cabello blanco como la nieve y su piel arrugada contaban historias de toda una vida llena de experiencias y aprendizajes. Agendina vivía en una modesta casita rodeada de un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. La gente del pueblo siempre acudía a ella en busca de consejo y sabiduría, ya que sabían que Agendina siempre tenía una respuesta para cada pregunta.
Un día, un joven llamado Nicolás llegó al pueblo. Se había perdido en el bosque y no sabía cómo volver a casa. Al escuchar sobre la fama de Agendina, decidió buscarla para que le ayudara con su problema. Al encontrarla, Nicolás le pidió ayuda para encontrar el camino de regreso a su hogar. Agendina sonrió con dulzura y le dijo: "Querido Nicolás, para encontrar tu camino, necesitas aprender a escuchar. Presta atención a los sonidos de la naturaleza que te rodean. Los árboles susurran secretos, los pájaros cantan melodías y el viento te guiará. Pero lo más importante, debes aprender a escuchar tu propio corazón".
Nicolás asintió, agradecido por las palabras de Agendina, y comenzó a prestar atención a los sonidos del bosque. Escuchó el canto de los pájaros, el susurro de las hojas y el crujido de las ramas bajo sus pies. También se detuvo a escuchar su propio corazón, que le decía que debía confiar en sí mismo y en sus instintos. Siguiendo las enseñanzas de Agendina, Nicolás encontró el camino de regreso a su hogar. Desde ese día, llevó consigo la lección de escuchar y aplicarla en su vida diaria. Se dio cuenta de que la escucha verdadera no solo involucraba oír los sonidos del mundo, sino también comprender las necesidades y deseos de las personas que lo rodeaban.
Nicolás se convirtió en un joven sabio y respetado en el pueblo, al igual que Agendina. Siempre que alguien necesitaba un consejo o simplemente alguien que los escuchara, Nicolás estaba allí para brindar su comprensión y apoyo. Con el paso del tiempo, Agendina se convirtió en la narradora de cuentos de toda una generación de jóvenes. Sus historias transmitían mensajes de sabiduría y bondad, pero siempre destacaba la importancia de la escucha. Les recordaba que escuchar no solo era oír con los oídos, sino entender, empatizar y mostrar verdadero interés por los demás.
Y así, en aquel pequeño pueblo, la sabiduría de Agendina y la enseñanza de la escucha se convirtieron en un legado que perduró por muchas generaciones. La lección principal que aprendieron fue que si deseamos ser realmente sabios, debemos aprender a escuchar, no solo para encontrar las respuestas que buscamos, sino para conectar con los demás y construir un mundo mejor llena de comprensión y bondad. Y colorín colorado, esta historia de Agendina y Nicolás nos ha enseñado que la verdadera sabiduría comienza con una buena escucha. ¡Buenas noches!
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