Había una vez un niño travieso llamado Arturo Rodrigo.
A sus 6 años, no escuchaba a su mamá, dejaba todo desordenado y no hacía sus deberes escolares.
Pero un día, todo cambió.
Mientras jugaba en la calle, una señora con aspecto de bruja mala lo metió en una gran bolsa y se lo llevó lejos, a lo alto de una colina.
Allí, en un rancho solitario, lo puso a trabajar y a pasar ciertas necesidades.
La señora no era realmente mala; solo quería enseñarle una lección al niño.
Arturo Rodrigo comenzó a darse cuenta de todo lo que había perdido: el amor de su familia, la comodidad de su hogar, la comida caliente y los tibios brazos de su abuela.
En la casa de la señora, solo hacía trabajos pesados y comía una comida sin sabor, siempre fría y en el suelo.
Con todo esto, Arturo Rodrigo aprendió a valorar lo que tenía y se arrepintió de su comportamiento.
Reflection Questions