En una casita en Londres vivía Bosco, un chico de apenas doce años, con un linaje de leyenda. Sus abuelitos cubanos llenaban cada rincón de su hogar con historias antiguas, y cada noche era una aventura llena de magia y asombro.
Su abuela decía, 'Bosco, del gran Carlomagno desciendes tú, ¡qué familia tan magnánima!' Con los ojos brillantes y el corazón lleno de emoción, Bosco escuchaba sobre batallas y reinos lejanos como si fueran de cuentos de dragones y duendes.
Pero un día, en el rincón más polvoriento del ático, Bosco encontró un baúl. '¿Qué tendrá dentro?' se preguntó él. Con un chirriante sonido, la tapa se abrió: ¡zap! Allí dentro había mapas antiguos, coronas de papel y un diario que olía a pergamino viejo.
El baúl susurraba secretos, y con cada página del diario que Bosco leía, se veía transportado al siglo VIII, montando corceles junto a Carlomagno, saludando caballeros y defendiendo castillos como un héroe de cuentos.
'Pum, pum,' resonaban los tambores de la batalla de Poitiers. ¡Qué aventura más increíble! Bosco se sentía tan valiente como su ancestro, luchando junto a ellos para proteger sus tierras. La historia cobraba vida con ruidos e imágenes vívidas.
Y entonces, el abuelo suavemente agregó, 'Y de Carlomagno vino Pedro Martell, conquistando Canarias con sus valientes amigos, creando nuevos horizontes para explorar.' Bosco podía imaginar los barcos balanceándose en el mar y las islas brillando bajo el sol.
Luego, de Canarias, la historia navegó a Cuba, donde familiares se asentaron, transformando el Wajay en un hogar dulce. Bosco sonreía al pensar en las generaciones que unieron el pasado con el presente, tejido con amor y aventuras.
Mientras contaba los cuentos, su abuela añadió ritmo y rima a sus palabras, como una poesía antigua llena de música. 'El pasado es como un río sin fin', decía, 'lleno de giros, secretos y promesas.'
A Bosco le gustaba imaginar que, incluso ahora, su historia todavía estaba siendo escrita, una línea interminable que unía tiempos y lugares distantes, cada página una nueva y hermosa palabra en su libro de vida.
Bosco cerró el baúl con cuidado, prometiendo no solo contar las historias que descubría, sino también vivirlas: creando, explorando y soñando, para que aquellos después de él tuvieran cuentos aún más maravillosos que contar.
Así, con una mezcla de la herencia de Londres, España, y Cuba, Bosco sabía que su historia sería tan mágica como las que sus abuelos tejieron a su alrededor, cada palabra una estrella en su universo de relatos.
Y cada noche, antes de irse a dormir, miraba las estrellas y decía, 'Las historias son mágicas, y mi historia es solo el comienzo...'
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