Había una vez un gato que fue rescatado de la calle. Tenía hambre y estaba muy asustado. Una niña llamada Ana lo encontró y decidió llevarlo a casa para cuidarlo.
Ana le dio agua y comida al gato. También le construyó una cama acogedora para que se sintiera seguro. Le dio mucho amor y cariño.
La mamá de Ana le enseñó cómo cuidar adecuadamente al gato. Le explicó que los gatos necesitan comida, agua y un lugar limpio para hacer sus necesidades.
Ana también aprendió que los gatos necesitan juguetes y tiempo para jugar. Pero, la mamá de Ana le recordó que los niños no son juguetes para los gatos y deben respetar su espacio.
Con el tiempo, el gato se acostumbró a su nueva casa y se convirtió en el mejor amigo de Ana. Siempre estaban juntos, jugando y disfrutando de su compañía.
Ana decidió contarles a sus amigos sobre la importancia de cuidar a los gatos rescatados. Les explicó que necesitan amor, atención y un hogar amoroso.
Los amigos de Ana aprendieron que los gatos no son juguetes y merecen ser tratados con respeto. Decidieron ayudar a los gatos abandonados en su comunidad.
Desde entonces, Ana y sus amigos cuidaban de los gatos rescatados y les daban mucho amor. Aprendieron que todos los animales merecen una vida feliz y segura.
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