Andrés se despertó emocionado. Hoy era un día especial. El Día de Muertos había llegado.
Recordó lo que su abuela le enseñó: 'Es un día para recordar, mi niño.'
Sacó las fotos de sus antepasados y las colocó con cuidado sobre la mesa.
Con cada foto, cuentos de valor y risas llenaron su corazón. Eran historias mágicas.
Flores de cempasúchil, velas, y papel picado, decoraban el altar, haciéndolo brillar.
"¿Qué tal un pan de muerto?" pensó Andrés, añadiendo el pan al altar.
Andrés se detuvo. ¿Qué más faltaba? Ah, sí. El agua para calmar la sed del viaje.
"La guitarra de abuelo no puede faltar." La música era la esencia de su familia.
Con todo listo, se sentó a esperar. Esperar por una señal, una visita, algo especial.
El viento sopló, moviendo las hojas. Andrés sonrió; sentía a su familia cerca.
"Gracias por visitar", susurró. Aunque no los veía, sabía que habían venido.
Con el corazón lleno de amor y recuerdos, Andrés celebró el Día de Muertos con su familia.
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