Había una vez un ratón muy travieso que vivía en una casa junto a un gato. El ratón siempre le hacía bromas pesadas al pobre gato. Le escondía la comida, le saltaba encima cuando intentaba descansar y le tiraba cosas encima. El gato estaba cansado de las bromas y decidió vengarse.
El gato sabía que el ratón era muy curioso y siempre exploraba lugares nuevos. Así que decidió preparar una trampa. Colocó un queso enorme en medio de la sala y lo cubrió con una caja. El gato estaba seguro de que el ratón caería en la trampa.
El ratón se acercó al queso de forma cautelosa. No podía resistirse a un queso tan apetitoso. Cuando estaba a punto de comerlo, ¡zás! La caja cayó sobre él y lo atrapó. El gato se acercó riendo y le dijo al ratón que ya era hora de que aprendiera la lección.
El gato decidió darle una lección al ratón. En lugar de hacerle daño, decidió gastarle una broma aún más pesada. Después de liberarlo de la trampa, el gato pintó al ratón de color verde brillante mientras dormía. Cuando el ratón se despertó y se vio en el espejo, se llevó un gran susto.
El ratón saltó y gritó asustado cuando se vio en el espejo. No podía entender qué le había pasado. El gato se rió mucho y le explicó que solo quería enseñarle cómo se siente cuando le hacen bromas pesadas. El ratón prometió no molestar más al gato y aprendió que las bromas no siempre son divertidas para todos.
Desde ese día, el ratón y el gato vivieron en paz. El ratón encontró otros juegos divertidos que no molestaran al gato y el gato aprendió a no tomar venganza. Juntos, se convirtieron en buenos amigos y compartieron momentos felices en la casa.
Reflection Questions