El niño Gabriel era muy juguetón.
Siempre estaba corriendo y saltando de un lado a otro.
También le encantaba jugar con su perro Tomás.
Un día, Gabriel decidió construir un castillo de arena en la playa.
Mientras construía, una ola grande llegó y destruyó su castillo.
Pero Gabriel no se dio por vencido. Volvió a construir otro castillo aún mejor.
Esta vez, Gabriel construyó un castillo más fuerte y más alto.
Gabriel aprendió que no importa cuántas veces te caigas, siempre puedes levantarte y seguir jugando.
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