Había una vez un niño llamado Sebastián. Sebastián vivía en una casa colorida en la colina.
A Mateo le encantaba jugar y reír, pero no hablaba mucho. Sus amigos no entendían por qué.
Un día, su mamá le dijo: 'Mateo, usa tus palabras para compartir tus pensamientos'.
Mateo asintió, pero dentro, él se sentía perdido. Las palabras le parecían mariposas esquivas.
Mateo decidió buscar palabras. Él miró debajo de las rocas y entre las flores.
Consultó a la sabia lechuza. '¿Dónde encuentro las palabras?', preguntó Mateo.
La lechuza dijo, 'Las palabras están en ti, solo necesitas dejarlas volar'.
Mateo pensó en lo que dijo la lechuza, y poco a poco, intentó hablar con sus juguetes.
Al principio fue difícil, pero pronto las palabras comenzaron a fluir como un río.
Con cada nueva palabra, Mateo se sentía más valiente y contento.
Un día, Mateo finalmente habló con sus amigos. Le dijeron, '¡Estamos felices de oírte!'
Mateo descubrió que tenía muchas palabras y muchas cosas para compartir con todos.
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