Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía un joven llamado Josué. Desde muy pequeño, Josué soñaba con convertirse en un estudiante universitario exitoso y lograr grandes cosas en la vida. Su abuelito, don Manuel, solía contarle historias de personas valientes y trabajadoras que alcanzaban sus sueños, y esto inspiraba enormemente a Josué. A medida que Josué crecía, trabajaba duro en el colegio, dedicando muchas horas al estudio y esforzándose por aprender. Era inteligente, perseverante y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Sus padres, orgullosos de su esfuerzo, le animaban a seguir adelante y nunca rendirse.
Finalmente, llegó el día en que Josué se graduó con honores del colegio y se le ofreció una beca para estudiar en la universidad. El joven estaba emocionado y decidido a aprovechar al máximo esta maravillosa oportunidad. Mientras Josué estudiaba en la universidad, se dio cuenta de que el conocimiento y la sabiduría eran la clave para tener éxito en la vida. Se concentró en sus estudios y se rodeó de amigos positivos y motivadores. Aprendió a administrar su tiempo sabiamente y a encontrar un equilibrio entre el trabajo y el descanso.
A medida que Josué avanzaba en sus estudios, también aprendía valiosas lecciones sobre la vida. Se dio cuenta de que el dinero no era lo más importante, sino la forma en que lo utilizaba para ayudar a los demás. Josué entendió el valor del esfuerzo y el trabajo arduo, y cómo estas cualidades pueden conducir al éxito. Con el paso del tiempo, Josué se convirtió en un hombre de negocio exitoso y respetado en su comunidad. No solo tenía mucho dinero, sino que también compartía su riqueza con aquellos que lo necesitaban. Ayudaba a construir escuelas y hospitales, donaba a organizaciones benéficas y siempre estaba dispuesto a tender una mano a quienes lo necesitaban.
Josué también aprendió a valorar a las personas que lo rodeaban y a respetar a las mujeres. Se había dado cuenta de que ser mujeriego no solo lastimaba a los demás, sino que también dañaba su propia reputación y lastimaba su propio corazón. Por eso, decidió ser un hombre fiel, respetuoso y amoroso. En su camino hacia el éxito y la felicidad, Josué recordaba las historias de su abuelito don Manuel y cómo estas le habían inspirado a nunca rendirse y a trabajar duro. Estaba agradecido por todas las oportunidades que había tenido, pero sobre todo, estaba agradecido por haber aprendido lecciones tan valiosas que lo habían convertido en la persona que era.
Y así, querido niño, Josué siguió su camino de éxito y felicidad, siempre recordando la importancia de los estudios, el trabajo duro, la generosidad y el respeto. Y dondequiera que vaya, su historia será recordada como un ejemplo de perseverancia y bondad. Ahora, querido niño, ha llegado la hora de cerrar los ojos y soñar con tu propio camino hacia el éxito y la felicidad. ¡Que tengas dulces sueños y recuerda seguir tus sueños y trabajar arduamente para alcanzarlos!
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