Había una vez un niño llamado Juanito, quien vivía justo al lado de un hermoso parque de juegos. Desde su ventana, podía ver a otros niños divirtiéndose y riendo en el parque todos los días. A Juanito le encantaba ver a los niños jugar, pero siempre tenía que quedarse en casa porque se había lastimado la pierna y necesitaba descansar. Aunque estaba triste por no poder unirse a ellos, Juanito encontró una manera de mantenerse feliz.
Cada noche, antes de acostarse, Juanito imaginaba aventuras maravillosas en el parque de juegos. Cerraba los ojos y visualizaba cómo corría y saltaba junto a los demás niños. Podía sentir el viento soplando en su rostro mientras se deslizaba por el tobogán y podía escuchar sus risas mientras balanceaba en los columpios. Era como si Juanito estuviera realmente allí, deslizándose en la tierra y trepando por las estructuras del parque. ¡La magia de su imaginación lo hizo sentir vivo y feliz!
Una noche, mientras Juanito observaba a los niños jugar en su imaginación, notó algo diferente en el parque. ¡Un nuevo niño había llegado! Era una niña llamada María y llevaba una guitarra en sus manos. Todos los niños se reunieron a su alrededor, curiosos por escucharla tocar. María comenzó a tocar una hermosa melodía en su guitarra, y Juanito podía escucharla en su mente. Los acordes eran tan dulces que parecían llenar el parque de juegos con alegría. Los demás niños comenzaron a bailar y Juanito se unió desde su ventana.
Aunque Juanito estaba en casa, no dejó que eso lo detuviera. Con cada nota de la guitarra, él imaginaba que estaba bailando y girando junto a María y los otros niños. Se sintió tan feliz y lleno de energía, olvidando por un momento su pierna lastimada. María y los demás niños se dieron cuenta de Juanito observando desde arriba y comenzaron a hacer señas con sus manos, invitándolo a unirse a ellos en su mundo imaginario. Juanito sintió su corazón llenarse de alegría y, con la ayuda de su imaginación, comenzó a saltar y bailar en su cuarto.
Desde esa noche, Juanito y los niños del parque de juegos compartieron grandes aventuras en su mente. Aunque su pierna se curó y Juanito pudo regresar al parque de verdad, siempre recordaría aquellos momentos mágicos que vivió en su imaginación. Y así, desde entonces, cada noche antes de dormir, Juanito volvía a su ventana y observaba a los niños jugar en el parque de juegos con una gran sonrisa en su rostro, pensando en todas las maravillosas aventuras que habían tenido juntos.
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