Había una vez una niña llamada María que decidió ir de paseo al bosque para descubrir qué animales vivían allí. Empacó su merienda en una cesta y se adentró en el espeso bosque. Al principio, solo escuchaba el sonido del viento entre los árboles altos.
De repente, María vio unos conejos saltarines que jugaban cerca de un riachuelo. Eran de pelaje blanco y tenían orejas largas que se movían de un lado a otro. María se quedó admirada y decidió sentarse a observar su juego.
Continuando su paseo, María se topó con una familia de ciervos. Eran de color marrón y tenían hermosos cuernos en la cabeza. Los ciervos eran tímidos y rápidamente desaparecieron entre los árboles al escuchar los pasos de María.
María siguió explorando y encontró un grupo de ardillas. Eran pequeñas y rápidas, saltaban de rama en rama recogiendo bellotas. María se rió al verlas divertirse.
Agotada pero feliz, María decidió regresar a casa. Llevaba consigo el recuerdo de todos los animales que había conocido en el bosque. La próxima vez, se prometió a sí misma llevar su cámara para capturar esos momentos mágicos.
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