Había una vez una princesa con el pelo marrón y rosa con flores en el pelo. Un día, un dragón aterrador llegó al reino y asustó a todos.
La princesa no tenía miedo y decidió enfrentarse al dragón. Le ofreció una cesta de frutas para intentar ablandarlo.
El dragón aceptó la cesta y comenzó a comer las frutas. La princesa le sonrió y el dragón sintió una conexión especial.
La princesa visitaba al dragón todos los días, llevándole comida y jugando juntos. Pronto se convirtieron en grandes amigos.
El dragón ya no era aterrador, sino amistoso. El reino admiraba la valentía y amabilidad de la princesa para hacer amigos con el dragón.
La princesa invitó al dragón a quedarse en el castillo. Juntos, ayudaron a proteger al reino de cualquier peligro.
El reino estaba agradecido por el cambio de corazón del dragón y celebró con una gran fiesta. Todos eran amigos felices.
La princesa aprendió que el verdadero valor de la amistad está en ser amable y compasivo con los demás, sin importar su apariencia o comportamiento pasado.
Desde entonces, la princesa y el dragón vivieron juntos en el castillo y demostraron al reino que la amistad puede cambiarlo todo.
Y así, la princesa y el dragón vivieron felices para siempre, recordando siempre el poder de la amistad.
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