Había una vez tres hermanas llamadas Jacinta, Dominga y Ameli. Vivían juntas en un pequeño pueblo. Jacinta era la mayor y tenía muchos rulos en su cabello. Le encantaba ir en aventuras, pero también le gustaba controlar todo. Dominga era la hermana del medio, ágil y muy curiosa. A veces su curiosidad la metía en problemas. Ameli era la más pequeña pero muy valiente. Sin embargo, su impulso también la llevaba a meterse en líos. Las hermanas siempre discutían por sus defectos, pero en el fondo se querían mucho.
Un día, mientras las tres hermanas se peleaban por el control del televisor, escucharon un ruido afuera. Salieron corriendo a ver qué pasaba y se encontraron con una misteriosa llave en el suelo. Decidieron seguirla y así comenzó una emocionante aventura. Jacinta lideraba el camino, pero todas estaban emocionadas.
Caminaron y caminaron hasta llegar a un bosque mágico. Había árboles gigantes y flores brillantes por todas partes. Dominga no pudo resistirse y se acercó a una de las flores. Al tocarla, ¡se encogió y se convirtió en un sapo! Las tres hermanas se asustaron, pero Ameli rápidamente se lanzó al lago cercano y encontró una rana que curaba maldiciones.
La rana les explicó que necesitaban encontrar tres objetos: una pluma mágica, una piedra misteriosa y una corona de cristal. Cada objeto les ayudaría a deshacer el hechizo y devolver a Dominga a su forma original. Las tres hermanas, ahora más unidas que nunca, se prometieron ayudarse mutuamente en esta misión.
A lo lejos se veía la silueta de una muchacha misteriosa que ninguna conocía...