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En la granja de Rosita, todo estaba tranquilo hasta que un pequeño piar se escuchó.
Mamá gallina cuidaba sus huevos con amor. De repente, uno empezó a moverse.
¡Crac! Un pollito asomó su piquito, mirando todo con curiosidad.
Uno tras otro, los pollitos rompían el cascarón, y mamá gallina cacareaba feliz.
Rosita observaba asombrada. Nunca había visto pollitos nacer. ¡Qué momento tan mágico!
Los pollitos, esponjosos y tibios, buscaban a su mamá para acurrucarse.
Era la hora de comer. Mamá gallina enseñó a sus pollitos a picotear el suelo.
Rosita les trajo migajas de pan. Los pollitos corrían y jugaban con ellas.
Pero mamá gallina parecía cansada. 'El nacimiento es un gran esfuerzo', pensó Rosita.
Rosita decidió ayudar. Llenó el bebedero y puso más paja en el nido.
'Necesitan descansar', susurró Rosita al dejar la granja al atardecer.
Y así, bajo un cielo lleno de estrellas, la granja de Rosita dormía en paz.
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