Había una vez una niña llamada Elena, que siempre iba a la iglesia con su familia para escuchar la palabra de Dios.

Un día, el pastor les habló sobre la importancia de la hermandad.

Después de la iglesia, Elena se juntó con sus amigas para jugar y charlar.

Elena se dio cuenta de que sus amigas tenían vestidos hermosos y sandalias bonitas.

Elena se sintió un poco triste porque ella no tenía ropa tan bonita como sus amigas.

Pero luego recordó lo que el pastor les había dicho sobre la hermandad y decidió no sentir envidia.

En lugar de sentir envidia, Elena decidió estar feliz por sus amigas y disfrutar de su compañía.

Elena aprendió que la verdadera hermandad es más importante que tener cosas bonitas.