En el cielo azul se eleva, como una reina soberana. Sus hojas verdes danzan al viento, como un mágico portento. Como una palma bendita, se alza con gracia infinita. Su tronco firme y erguido, es el símbolo de lo vivido.

Desde niña me han enseñado, que como un roble debo ser. Fuerte y resistente ante el dolor, sin doblegar mi corazón. Pero yo no quiero eso, prefiero ser como una palmera. Flexible y serena en cada momento, enraizada en lo que siento.

Confiando en las estrellas, aunque rayos y centellas. Aunque el viento fuerte sopla, sigo siendo una palmera, siempre en cola. Si un huracán se aproxima, yo aprendo a inclinarme. Para luego, al cesar el viento, erguirme más alta, más fuerte, más bella.

No como un roble en tierra fija, quiero ser una palmera que resiste. Que se fortalece con cada tormenta, y sabe inclinarse, pero no se quiebra. Así, como una palmera valiente, seguiré en mi camino diligente. Con la fuerza de la naturaleza, y la serenidad que me embriaga con destreza.

La palmera es mi inspiración, en el cuento de mi canción. Así es como quiero ser, como una palmera, siempre a renacer.